Cuando sientes que la mano de la muerte se posa sobre el hombro, la vida se ve iluminada de otra manera y descubres en ti misma cosas maravillosas que apenas sospechabas. ISABEL ALLENDE.







lunes, 30 de marzo de 2009

Una vez, tuve un sueño, soñé que era feliz y que cabalgaba en un caballo entre las olas del mar......

Segun vas creciendo, vas deseando alcanzar sueños, metas, yo tengo un sueño raro, me despierto sobresaltada, sudando, intento recordar lo que he soñado pero nunca es posible, uno de esos dias, cuando me desperte si que recordaba el sueño, era perfecto, melodioso, lleno de vida...

Piensalo, a veces, los sueños son un grato regalo de cumpleaños, y como mañana dia 31 de Marzo es el mio, pues me autofelicito de esta manera....



Una vez, tuve un sueño, soñé que era feliz y que cabalgaba en un caballo entre las olas del mar......


Otra noche eterna, otra noche en la que el sueño no invadía su conciencia, decidió levantarse de la cama, como ya había hecho las anteriores noches, recogió la manta del suelo pues, aunque ya casi el verano estaba a punto de finalizar, aún daba los últimos coletazos de calor. Tras ponerse una camiseta con un dibujo indefinido por el paso del tiempo, por dos veces, ya que la primera vez lo hizo del revés, y deslizar por sus piernas ese pantalón vaquero tan peculiar que se suponía que tenia que hacer juego con la parte superior azul celeste que ya tenia puesta, salió por la puerta de atrás, apenas haciendo ruido, pues aunque no tenia a nadie a quien despertar, el silencio que lo envolvía todo era el mejor regalo que podía existir. Prácticamente tras cuatro enormes pasos, sobre un frió y puntiagudo cemento sus pies tocaban la fina arena del mar, la arena deslizándose por entre sus dedos, el sonido del mar que mecía a los que todavía podían conciliar el sueño. Cuanto más se acercaba hacia la orilla, más fríos encontraban los granos de arena que entre sus pies iban dejando la huella de su paso. Ya era casi la hora, estaba apunto de comenzar, se separo de la orilla para no mojarse más, dejo las zapatillas que llevaba de la mano en el suelo y se sentó sobre la misma arena que hasta hace un instante le parecía que estaba helada. Y miro al horizonte expectante. El mar estaba en calma, únicamente se veían tres pequeñas montañitas en la cercanía de la orilla. La primera y la más cercana espumeaba cual botella de cava recién abierta, la segunda, amenazaba en sus puntas con el crepitante sonido de la ola que rompe, y tras la tercera, una leve elevación del agua, la gran calma, una inmensa e infinita línea recta de transparente agua hasta prácticamente unirse con un pequeño y llameante sol dividido en dos, el que surgía por el horizonte, y el que despertaba el transparente y cristalino horizonte, puede que el único movimiento que se contemplaba en esa infinita calma era una familia de juguetones delfines que aprovechaban el aturdimiento de los nacientes rayos de sol para servirse el mejor desayuno. Cuando ya las circulares formas del sol comenzaban a definirse majestuosamente sobre el agua, apareció. Oyó un ruido cercano a ella, entonces volvió la cabeza, se calzó y sonriendo se levantó de la arena, se sacudió la poca arena que le podía quedar adherida a la ropa y avanzo hacia su objetivo, un apuesto joven, musculoso, de tez aterciopelada, ojos verdes y una melena lisa que reposaba sobre sus fornidos hombros que llegaba montando en un “frison holandés” negro, el caballo más bonito que jamás se ha visto, sus crines, hondeaban al mismo tiempo que el pelo del muchacho que le montaba, eran como un baile sincronizado entre los dos, pero lo que mas destacaba de esa imagen era que de la mano izquierda llevaba las riendas de otro caballo, de belleza similar al que el muchacho montaba, este, era blanco sin una sola mancha, sus crines estaban trenzadas desde el principio al fin, un trenza firme, dura, y brillante, y a cada trote se marcaban todos los músculos que pudiera tener en las fuertes patas. Los tres se pararon delante de ella, el caballo blanco se le acercó, moviendo la cabeza como si quisiera una caricia de la joven que no le quitaba ojo, Ariadna que así se llamaba ella, estiro la mano, la pasó por la tez del animal repetidas veces, hasta que el animal dejo su sitio a tizón compañero, que también fue acariciado de la misma manera, Nathan el muchacho se bajo del caballo, y se puso frente a ella, de cerca no eran el uno más alto que el otro, se abrazaron, El la beso en la mejilla y ella dijo entre susurros: --“Buenos días”.A lo que el contesto sin haber aflojado sus brazos ni un solo instante: --“Felicidades preciosa”. Y se dieron un tierno pero intenso beso, durante algunos minutos continuaron así, abrazados y al mismo tiempo dándose pequeños e intensos besos que demostraban al otro lo mucho que se querían. Cuando al fin se soltaron, montaron en los caballos y galoparon por la aún fría arena de la playa, primero iba uno delante, después el otro, luego los dos al mismo tiempo, más tarde el uno perseguía al otro hasta que lo alcanzaba. El sol ya estaba en lo más alto cuando el juego finalizó, pararon cerca de un arrollo que se filtraba entre unas rocas para morir en el mar, se bajaron de los caballos, bebieron del arrollo con las manos, primero Ariadna, luego Nathan, después otra vez ella, y otra vez el, hasta que en un momento indefinido Ariadna decidió tirarle la cantidad que le quedaba en la mano sobre su cuerpo, y Nathan en señal de venganza cogió agua con las dos manos y se la intento echar por encima, pero como ya lo conocía bastante bien, intentaba huir a zancadas del lugar, pero era demasiado tarde, era mas rápido que ella, así que tarde o temprano consiguió agarrarla de la cintura habiendo tirado el agua en el intento, así que cayeron a la arena, rodaron hasta casi la orilla del agua, estaba helada, pero fue la oportunidad que necesitaba ella para ponerse encima, y entre risas decirle: --“ves e vuelto a ganar”--“¿estas segura?”Dijo él entre risas, y se volteo de tal manera que ahora fue ella la que toco la fría y húmeda arena con la espalda, y él, el que estaba encima. Se volvieron a besar, ¡se querían tanto!

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